Algunos días voy al cole con los pensamientos enredados. La vida se complica y poco a poco te vas cargando de cosas que te preocupan y que hacen que la cabeza vaya a mil por hora. A mí se me nota en el pelo. Se me pone un poco loco, debe ser que el cerebro no para y entonces el acondicionador no hace efecto. Es broma. Pero es verdad que se me encrespa el pelo. La palabra me asusta un poco, pero voy a decirla igualmente: se trata de ansiedad.
Los niños y niñas de mi clase también tienen cosas en su cabeza que les dan temor, que les hace estar preocupados, pensativos, tristes a veces... Probablemente no podamos evitar que se sientan así, y además, es parte del crecimiento aprender a lidiar con las cosas que no son perfectas, pero lo que sí podemos intentar es que se sientan tan seguros que puedan afrontar esos temores con valentía y con seguridad en sí mismos.
Al igual que desde áreas como Ciencias Naturales, intentamos que aprendan que una alimentación saludable y un estilo de vida activo, son necesarios para estar sanos, el clima que consigamos en el aula y los lazos de afecto que hayamos establecido con los alumnos, van a hacer posible que se sientan acogidos y aceptados y sus fortalezas se hagan gigantescas.
Hace mucho que descubrí que esto funciona como una rueda que gira. Cuando las cosas van bien, estamos cómodos, alegres, surgen las ideas, nos reímos un montón, se pasan las horas rapidísimo... y hace que la energía sea de colores y todo vaya genial.
Así y todo, en estos dos últimos cursos escolares, me he formado en educación emocional y estoy aprendiendo muchísimo e intentando llevarlo a la práctica, y soy consciente de que aún me queda mucho por delante.