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¿Ya es la hora?

Cuando iba a la instituto, a finales de los 80, era muy habitual escuchar alguna voz fuera del aula que gritaba de forma muy graciosa "YE LA HORAAAAAAAA". En Asturias, a veces decimos ye en lugar de es. Ese grito de guerra generaba risas en los alumnos y malas caras en la mayoría de los profesores, pero sobre todo, significaba el alivio por terminar una clase generalmente aburrida o los nervios por empezar otra que podía resultar bastante estresante, si no estabas muy al día de la asignatura o no era de tus favoritas.



Como diría nuestro rey, el que ya no reina, me llena de orgullo y satisfacción, cuando algún día digo: "venga, nenos, nos vamos", y se escucha alguna voz que dice "¿ Ya es la hora"? Que se pase la jornada escolar rápido, que la vivamos intensamente, que no estemos mirando el reloj esperando que se pase el tiempo, es una señal muy buena de que las cosas funcionan.

Este curso me ha hecho reflexionar bastante. Me he mirado mucho a mí misma y les he mirado mucho a ellos; intentando verles más a fondo, sobre todo a esos tres o cuatro que tienen el poder de la invisibilidad, esos que se nos olvidan cuando hacemos una lista rápida con los nombres de nuestros alumnos. He intentado ver sus caras cuando trabajan en equipo, o cuando están leyendo tranquilamente. He analizado sus preguntas, cuando hemos hecho la encuesta que envía la Consejería de Educación para la evaluación de diagnóstico.

Creo que estamos en el buen camino. Que en la clase se respira alegría, respeto, libertad, creatividad, etc pero aún queda muchísimo por hacer. Ellos me lo comunican y yo quiero escucharles y mejorar.

Emprender proyectos en común, los alumnos junto con el profesor, favorece la creación de vínculos, facilita entender y comprender al otro, genera en los niños ganas de aprender, de superarse y de compartir sus talentos. Hace que quieran seguir aprendiendo, ahora y a lo largo de la vida.

Esta imagen resume el contenido de este curso.

Conocer a los niños y niñas del grupo: escucharles con los oídos, los ojos y el corazón. Atender a todas esas emociones que bailan todos los días en la clase es tarea del profesor, como también lo es intentar hacer todo lo posible para que su forma de comunicarse sea afectiva y a la vez efectiva.

Dejarse conocer, mostrar las debilidades, pedir perdón y dar las gracias, etc son actitudes que hemos de incorporar en el día a día, en la clase y en la vida.

Al igual que entrenamos el cálculo mental, también podemos entrenar la gestión de las emociones, y podemos poner en práctica diferentes experiencias docentes, tales como técnicas de dinámica de grupo, que establezcan lazos afectivos, entre los niños y niñas y también entre los adultos y los alumnos, de forma que se pueda disminuir la ansiedad y aumentar la autoestima.

Por último, incorporar de forma planificada, organizada y estructurada, el aprendizaje experiencial, con situaciones de aprendizaje que permitan sentir a partir de una experiencia concreta, reflexionar sobre lo vivido desde diferentes perspectivas, tomar conciencia de lo aprendido y generalizarlo a otras situaciones y por último, aplicarlo en la vida, para hacer cambios e introducir mejoras.


Ya lo dice la foto. El futuro del mundo está en esta clase hoy. Lo está en la mía y en la de todos los docentes del mundo. Y que el futuro sea mejor que el presente, depende, aunque no nos sintamos valorados ni seamos la joya de la corona del país, de nuestra sonrisa y trabajo diarios.



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